jueves, 11 de diciembre de 2008

Tres ensayos- Aldo Novelli

Tres ensayos

Trabajo leído en el Encuentro de Escritores Patagónicos en Octubre de 2003, Puerto Madryn , Chubut



Introducción
Buenas tardes. ...

Les quiero presentar, en esta lectura, tres mínimos ensayos de mi autoría, que tratan sobre la palabra, en mi particular y subjetiva visión de ella, en un escueto recorrido que va desde la palabra cotidiana y comunicacional, hasta la palabra en la poesía, y en ésta, primero en la visión del receptor, del lector y re-creador de poesía, y finalmente en la del emisor o el productor de esa palabra poética.

Hay, por supuesto, infinidad de caminos, sendas y rutas que han seguido grandes escritores e intelectuales, tanto americanos como europeos, yo apenas presento un angosto y sinuoso sendero, en medio de ese gran bosque, que tiene lugares intensamente luminosos.

Entre los escritores que he leído con fascinación y engañosa esperanza quiero nombrar a:

Juan Gelman cuando dice:

"La poesía es una forma de resistencia", ‘Poesía es resistencia frente al mundo’.

Y en la entrega del Premio Nacional de Poesía 1994, dijo Juan Gelman:

"La poesía es memoria de la sombra de la memoria. Por eso nunca morirá".

Decía Vargas Llosa, en su mejor momento:

" Es preciso recordarles a nuestras sociedades, que la literatura es fuego, que ella significa inconformismo y rebelión, que la razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica." (discurso, en Caracas, al recibir el premio Rómulo Gallegos, 11 de agosto de 1967).

En ese maravilloso ensayo que se llama ‘el arco y la lira’, Octavio Paz, sobre la inspiración, nos dice:

"La revelación de nuestra condición es, asimismo, creación de nosotros mismos. Ésta puede darse en muchas formas, aún la no-verbal, pero aún así es una creación de aquello mismo que revela: el hombre. Cuando la revelación asume la forma particular de la experienca poética, el acto es inseparable de su expresión. No es una experiencia que luego traducen las palabras, sino que las palabras mismas constituyen el núcleo de la experiencia. La experiencia se da como un nombrar aquello que, hasta no ser nombrado, carece propiamente de existencia."

Así, ensimismado en la palabra, una tarde lluviosa y musical, leí este poema de Alejandra Pizarnik:

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice y además más y otra cosa.

Alejandra Pizarnik en El infierno musical, 1971.

Este poema de Alejandra, del Infierno Musical, fue el breve disparo de luz que iluminó este mínimo ensayo personal que va:

Del discurso a la poesía.



'La palabra dice lo que dice y además más, y otra cosa',


Alejandra Pizarnik



Por lo tanto, en este verso, Alejandra nos plantea que la palabra tiene tres grados de significación, y en ellos vamos a hurgar para ir más allá, para comprender ciertos discursos.

Nos acercaremos poco a poco.

La palabra: ‘dice lo que dice' es, indudablemente, aquello que sabemos de la palabra, es como la entendemos corrientemente, aquello que, en todo caso, podríamos verificar en el diccionario.

'Y además más', es lo que resignifica para cada uno, lo que llevamos en el interior de todas nuestras experiencias vivenciales con esa palabra, lo que nos dejó nuestro medio social en ella: la familia, la escuela, el barrio, la literatura, el cine, la televisión, la prensa, etc.

En el discurso político, en la oratoria seudo-religiosa, en el texto periodístico sensacionalista, en la publicidad subliminal, o en la avasalladora propaganda, "la palabra dice lo que dice", pero también, lamentablemente, dice además más, y en ese plus, previamente estudiado e intencionalmente dirigido, se juegan nuestras acciones futuras, se condiciona nuestro (relativo) libre albedrío, o sea, por dar un ejemplo, cuando entramos al mal llamado cuarto oscuro y tomamos una determinada boleta, no estamos realmente solos, aunque nosotros creamos que sí, en la engañosa oscuridad del aula, alguien nos susurra un nombre, o más cotidianamente, cuando entramos al supermercado y nos detenemos frente a una góndola y alargamos la mano hacia esa bebida intensamente refrescante, hay alguien que nos la alcanza del otro lado, pero nosotros no lo vemos.

Paradójicamente, pero en el extremo opuesto, en ese 'además más', también se pone en juego el arte, allí trabaja el artista y en especial el poeta, allí se juega la discutida y difusa línea que separa el arte del no-arte, que separa la palabra poética de la palabra meramente comunicativa.

En ese 'más', resonando en la parte más íntima de nuestro ser, en ese golpe de timbal que vibra hacia dentro, que sacude por unos instantes el alma, sentimos una emoción inesperada o se despiertan ciertas sensaciones dormidas hace tiempo, hibernando seguramente, hasta que pase el duro invierno que está cayendo allá afuera.

Estamos ahora ante una situación engorrosa, tanto el poeta como el sofista, tanto el buscador de la palabra originaria, como el solapado engañamundos de los discursos cotidianos, bucean en las mismas aguas ocultas de la palabra.

Pero para tranquilidad de los artistas, la palabra también dice 'otra cosa', y es aquello que no conocemos, pero la palabra lo está diciendo, aquello que le dice al otro y nosotros ni siquiera imaginamos.

La palabra poética, y tal vez sólo ella, dice ‘otra cosa’, esa otra cosa que nunca dirán los otros discursos, y donde se oculta la sustancia íntima y la primigenia razón de ser de la poesía.

Por esa ‘otra cosa’ desconocida, de la palabra poética, nosotros dejamos de ser lo que somos rutinariamente, o dicho de otra forma, descubrimos los otros 'yo' que habitan nuestro 'yo cotidiano', o vemos al mundo, nuestro subjetivo fragmento del mundo, distinto y diverso, al menos por un instante, - el instante poético - que tiene, como todos sabemos, una duración inmedible en tiempo real.

Por todo esto, esa ‘otra cosa’, imposible de definir, escurridiza como un pez dorado en el mar infinito, esa sensación inefable, hace de la POESíA, la más provocativa, la más subversiva y profunda de las artes del hombre.

Hasta aquí llegamos, en este intento de rastrear significancias y re-significancias de la palabra, desde los discursos que nos invaden diariamente, hasta la poesía, y en este punto, acalladas las últimas palabras, habiendo dicho lo que dicen, solo queda rastrear en esta nota, el 'además más' de las mismas, y más aún, necesaria e inevitablemente, Uds. reescribirán la 'otra cosa' de estas palabras, de estas inasibles y dudosas palabras.

Otro poeta, bastante olvidado, como Carlos Drumond de Andrade, decía:

"No adules al poema. Acéptalo, como él aceptará su forma definitiva y concentrada en el espacio. Acércate más y contempla las palabras. Cada una tiene mil caras secretas bajo una cara neutra."

o José Lezama Lima, con su barroca expresión, nos dijo:

"Yo creo que la maravilla del poema es que llega a crear un cuerpo, una sustancia resistente enclavada entre una metáfora, que avanza creando infinitas conexiones, y una imagen final que asegura la pervivencia de esa sustancia, de esa poiesis".

y ellos me provocaron a escribir sobre la lectura en este texto-ensayo que es:

Una Lectura Riesgosa

El poema deberá leerse una y otra vez, hasta que el cansancio de los ojos derrita la mirada, entonces, el texto empieza a despegarse de la hoja, las palabras crecen y crecen, se hacen inmensas y comienzan a rodear al lector.

A continuación, un leve cosquilleo indica que están atravesando la epidermis, luego, una sensación volátil, de suave mareo, cuando recorren las venas, hasta llegar al centro oculto del cuerpo, allí, donde se encuentra el alma, y al penetrar en ella, provocan un pequeño destello brillante, que durará apenas unos instantes, pero durante esas efímeras burbujas de tiempo, nuestra alma será más luminosa, y como todos saben, el alma está hecha de luces y sombras.

Tan sólo resplandores y oscuridades conforman el entramado íntimo del alma.

Claro, que alguno de ustedes me podría plantear una objeción; qué pasa si, al penetrar el poema en esa sustancia inefable que llamamos alma, en lugar de provocar un destello luminoso, generara un disparo de sombra, una renovada flama negra.

Pues, yo le respondo que sí, que es posible, que deben tener en cuenta que la lectura profunda de poesía es una actividad riesgosa, que se trata de una acción extrema, que nadie, después de leer poesía intensamente, sale indemne.

Belleza y dolor nos acechan, angustia y nostalgia nos rodean, en ese tiempo infinito en que leemos poesía.

Si la lectura de un texto no provoca esta sensación, entonces, no se trata de poesía; podrá ser un sorprendente cuento, un relato emocional, una narración extraordinaria, o un poema que nos haga llorar, pero no será poesía.

Por lo tanto, como pueden ver, tenemos un método muy simple para saber cuando, en un texto, nos encontramos sumergidos en las profundidades abisales de la poesía.

Un método muy simple, pero accesible a unos pocos, posible solamente para aquellos hombres y mujeres que pueden sentir el dolor del que sufre, en su propio cuerpo, que en unos pies sucios y descalzos ven la angustia y crueldad del mundo.

Para aquel hombre y aquella mujer que, al verse cara a cara, sienten el pánico y el goce del paraíso, de esa porción de paraíso que los dioses nos han donado a los mortales.

Unicamente para ellos, o mejor, para todos ellos, es posible beber de las escasas e intensas gotas de ese elixir, que sentimos al emprender la riesgosa lectura de poesía.

Me dio valor Pablo Neruda, cuando me dijo:

"No se asustó el poeta cuando le dijeron insurgente. La poesía es una insurrección. No se ofende el poeta porque le llamen subversivo. La vida sobrepasa las estructuras, y hay nuevos códigos para el alma". (discurso de agradecimiento al homenaje dado en la Universidad de Concepción, en 1968).

El viejo maestro me dijo una noche:

"El sabor de la manzana (declara Berkeley) está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma, análogamente (diría yo) la poesía está en el contacto del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura".

Borges, en el prólogo de su Obra Poética de 1978.

Y en su prólogo a los conjurados, J.L. Borges dijo algo que, en su momento, me hizo sentir tan bien, que me instó a seguir escribiendo:

‘No pasa un día en que no estemos un instante en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados.’

y entonces, perseguido por su fuego, escribí este poema sobre ella:

Sólo ella

Si las innumerables visiones

hacen reconocibles los pedazos elementales

de este mundo/

sólo una infinita persecución

nos reúne y nos alimenta

en el turbio río de esta isla-mundo.

Ella nos designa humanos

perversos o bellos

ella nos vuelve locos de furia/

nos acusa y nos libera/

ella inventó el corazón la valentía

la locura y los tiempos de papel.

Sólo ella transforma al traidor en héroe/

al despiadado en salvo

al animal en hombre.

Ella y su fuego ancestral

incansable y alevosa

nos persigue sin límites ni piedad.

Hasta que finalmente ella hizo eclosión, y entonces, a tientas en la oscuridad, casi delirando, empapado de su cuerpo, borroneé este poema:

A orillas del Mahavavy

Estoy aquí sentado en el comedor

como si estuviera en Madagascar

empapando mi mirada en las aguas del Mahavavy,

y aunque sé que ese río que corre

entre la pieza y el televisor, es pura ilusión

siento las gotas frías del agua golpeando mi cara

mientras observo a lo lejos

las goletas en persistente vaivén.



Tal vez sea esto;

y no este poema, ni todos los anteriores

ni los infinitos poemas que se escribirán;

la misteriosa e inalcanzable poesía.

Y cuando ya no pude escribir más, cuando era muy tarde para la poesía - la poesía: esa hembra sensual, voluptuosa y esquiva, que me visita en ciertas noches de insomnio y lujuria-, intenté ordenar mis ideas en este discutible ensayo personal:

Nacimiento y avatares del poema

La poesía es un imposible y el poema una derrota.

El poema surge de un mal estado de ánimo, de una manifestación tribal en la esquina, de un texto mal leído, de un intestino revolucionario, de la soledad absoluta un segundo después del coito, o de la observación abusiva del juego del millón en el programa de Susana Giménez.

Técnicamente, diría que sucede un acontecimiento personal o ajeno, un acontecimiento cualquiera, la imagen de una película, un trozo de conversación escuchado arriba del colectivo, los pechos de una mujer vislumbrados debajo de la blusa, algunos acordes de una canción olvidada, una muerte, o un sueño extraño y fragmentado por la desmemoria.

Y alguno de estos sucesos genera una sensación, una sensación diversa y varia, dolor, emoción, angustia, nostalgia, delirio, desasosiego o excitación, o cualquier otra, y ésta permanece grabada, en algún recoveco de la memoria y de alguna desconocida forma.

Después de cierto tiempo, en un momento pertinente y sensitivo, este recuerdo surge inesperadamente en el presente, creando ahora una sensación similar o tal vez igual (pero no la misma) y forma imágenes mentales, claras o difusas, reales o ficcionales, de aquel acontecimiento que las generó, y entonces el cerebro y el espíritu las empiezan a traducir en palabras, las decodifican, las sintetizan, las corrompen, y nace un verso, tan solo un verso, que el esfuerzo posterior, o sea, la inspiración, el talento natural y un complejo y desconocido andamiaje de saberes, convertirán en un poema, o mejor aún, en un proto-poema.

Después de todo esto, resta un esfuerzo importante, el trabajo textual sobre esta arcilla blanda y maleable, que es el poema crudo, el poema en estado puro, y allí, las diversas facetas de este arduo trabajo.

Luego, una de las múltiples consecuencias de este proceso es provocar una sensación parecida o análoga a la que generó el texto, pero ahora en el lector, intención que generalmente es otra derrota.

De aquí, que la poesía, el arte todo, es una permanente derrota, es la búsqueda de un ideal, de un imposible.

A mí me alienta la búsqueda de ese ‘aleph poético’, la búsqueda del poema total, aún sabiendo conscientemente que es un imposible, pero también una utopía, tal vez la que me incita a seguir escribiendo.

Algunos poetas entre comillas (y dice esto un poeta que no está totalmente libre de comillas) creen que están escribiendo la ‘gran cosa’ y entonces ‘se postran embelesados con reverencia ante un paisaje plagado de edenes’, o nos dictan ‘una desiderata estúpida y vulgar sobre su amor a la madre o a la novia indigestada de blanca pureza’, seguramente están muy lejos de la poesía o cualquier otra forma de arte que se precie.

Personalmente no puedo afirmar que he accedido al ‘cosmos de la poesía’, digo que vi una hendija y espié por allí (y esto me llevó muchos años) y digamos que apenas he vislumbrado ese cosmos, que intuyo infinito.

Compartirlo ahora con otros, con ustedes, es un acto generoso y egoísta, es buscar en el otro una afinidad, es buscar un soñador, un príncipe de las mareas entre aguas turbias y contaminadas.

Compartirlo con otro, es intentar un mundo mejor, es creer que la palabra sirve para algo más que para comunicarse, es un acto de rebelión, es también un acto de fe.

Compartirlo con el otro, es el último acto de resistencia, para combatir la tremenda soledad que nos aflige en este fin de milenio.

Compartirlo, es ya el triunfo de esta permanente derrota.

Aldo Luis Novelli.

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Este espacio es un homenaje a un Grupo Literario que existiò el la Patagonia y del que tuve el honor de ser una de las fundadoras. Este grupo, ademàs de su labor poètica y una gran militancia en el campo de las letras y la cultura, iniciò una crìtica literaria en la zona.
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