miércoles, 27 de febrero de 2008

Identidades plurales de Frontera

IDENTIDADES PLURALES DE FRONTERA


“El Coronel Baigorria en la Villa del Río IV...no teniendo en q distraerse se ocupa en recordar ligeramente de su pasada y agitada vida”.

Así comienzan las Memorias del Coronel Manuel Baigorria cuando, ya soldado viejo, se dedica a languidecer en un antiguo fortín de fronteras y se dedica a la escritura.
El relato sobre Baigorria, y Baigorria en persona, atraviesa la historia argentina en un momento clave, un momento que en sí mismo constituye una frontera: antes de 1880, es decir antes de la consolidación (¿definitiva?) del Estado-Nación; antes de la eliminación del “problema indio”, operativo de limpieza étnica, genocidio, en fin ; antes de la “modernidad”. Una época en donde la Literatura Argentina se construye como objeto a los fines de la consolidación de una “identidad nacional”.
Como mi trabajo se refiere, en principio, a la literatura, me tomo la libertad de arrancarle una metáfora a un libro para denominar a esta zona de frontera y de identidades plurales; y se la tomo a Lucio V. Mansilla de Una excursión a los indios ranqueles,[1] quien dialoga con el hermano del cacique Baigorrita, el caciquejo Caiomuta , y éste lo interroga acerca de una brújula:
“-¿Por qué entonces midiendo tierra, gualicho redondo?”, y Mansilla nos explica a nosotros, sus lectores, que el gualicho redondo era “una aguja de marear óptica”.
Me seduce la metáfora, por sus múltiples significaciones. En la jerga de los carreros y maruchos de Patagonia, el gualicho es el momento máximo de desorientación o mareo que se produce en un viaje; y gualicho también es un complejo espíritu que habita los bajos y significa “la giradora” o “la dueña del viento” en la mitología tehuelche.
De eso se trata, me parece, de cambiar el punto de mirada, convertirlo en un punto inestable, con riesgo de desorientación y de mareo. En vez de centrar la mirada en la oposición de los tradicionales términos dialécticos, civilización/barbarie, poner el ojo en el gualicho redondo, en la movilidad de esos términos dialécticos, pero como puntos de fuga.
Y esto contaría tanto para el punto de vista para la posición del sujeto que narra como para quien es narrado.
Voy a hablar de Manuel Baigorria y lo voy a introducir en el campo literario; donde mover una pieza significa tanto reacomodar todo el sistema como cuestionarlo. Y mi intento es el de cuestionarlo y no de reacomodarlo. Porque les propongo pensar acerca de Baigorria como tradición bastarda, ilegítima e impropia, tradición excéntrica con respecto a los centros de emanación de los discursos, mapas y cartografías de un recorrido discursivo de “Identidad”. Una tradición tan ilegítima como la heredada de los viajeros. Incluso plantearlo como tradición en concordancia con los viajeros.
Pensar la figura de Baigorria para instaurar la diferencia, la voz del otro, del interdicto, el elidido por maniobras políticas, de las cuales no está exenta, por supuesto, la crítica literaria.
Y...¿por qué Baigorria? Porque introduce complejidades irresueltas aún en el campo literario, porque fue “traducido” antes de ser editado (por escribir sin propiedad) y porque gravita entre zonas.
¿Quién fue Baigorria? (1809-1875). Trataré de acercarme todo lo posible a su figura paradigmática a través de los relatos en donde aparece y por sus memorias.
“Subteniente de un Regimiento del General Paz, hizo la Campaña de Mendoza en 1831(...) (nada menos que contra Quiroga, quien lo apresa y luego lo libera).
"¿Dónde hay salvación para un unitario que no rinde sus armas?” [2]
Reaparece después de la Batalla de Caseros, luego de vivir 22 años entre los ranqueles con su nuevo nombre Lautremaiñ (cóndor petiso), y como hijo adoptivo de Yanquetruz, influyendo sobre él y sobre su sucesor Painé ( hijo de Yanquetruz y padre de Mariano Rosas) ; fue padrino y tío de Baigorrita, hermano de Pichún ; y yerno también de Coliqueo. Fue nombrado Coronel por Urquiza y asignado en el cuartel general de las fuerzas de la Confederación en el Río Quinto , llamado fuerte 3 de Febrero. Su misión era conservar la paz con los indios para que se abstengan de hostilizar las fronteras confederadas y hostigar en cambio, de manera sistemática, las de Buenos Aires.
Cabe destacar que Baigorria iba y venía por la lábil frontera sin ningún problema, así como también esas rastrilladas eran recorridas por los indios en todas direcciones con la misma facilidad.
Como el personaje de la novela The English Patient de Michael Ondaatje [3]:

“quise borrar mi nombre y el lugar de donde provenía: Cuando la guerra llegó, después de diez años en el desierto, fue fácil para mi deslizarme a través de las fronteras, no pertenecer a nadie, no pertenecer a ninguna nación”.

Baigorria deja de pertenecer a su antigua identidad para crear otros lazos, parentales, históricos, políticos, etc. El cambio había sido irreversible.
Antes de pactar con Urquiza su cabeza tenía un altísimo precio para Rosas, de hecho le pide, Rosas a Painé, la cabeza del coronel a la vuelta-huida de Mariano Rosas a Leubucó, pero el soberano pampa se la niega.
Podía aceptar un cargo militar en la frontera de la confederación, podía pasarse con las fuerzas de Mitre, si lo consideraba necesario ; sus lealtades eran individuales, se extendían a personas físicas y no a virtuales y volubles instituciones, y con sus rencores sucedía lo mismo.
Era un outlaw que había caído en el delito de pertenecer a una facción política derrotada, era un desertor y era un exiliado.
Pero las opiniones sobre Baigorria van cambiando a la medida que cambia el sujeto que las enuncia. Así Sarmiento lo ve como un héroe cuando se pasa a las fuerzas de Mitre en la batalla de Pavón , y ensalza el desempeño de los Dragones de Baigorria en esa decisiva batalla; y Lucio V. Mansilla lo defenestra ante su sobrino y ahijado Baigorrita [4]

“Le agregué que Baigorria no era un buen hombre, que había sido mal cristiano y mal indio, que a unos y a otros los había traicionado...me contestó que no desconocía mis razones. Pero que al fin era su padrino, que llevaba su nombre y que él no podía dejar de quererle”.

Pero la descripción más interesante de Manuel Baigorria la hace Estanislao Zeballos en Callvucurá y la dinastía de los Piedra[5]:

“Conocí en el Rosario al Coronel Baigorria. La vida del desierto le había impreso el aspecto de sus hijos. No palpitaban en su semblante los rasgos arábigos de nuestro gaucho, y a primera vista se dudaría de su origen, si no se supiera que nació de dignos padres cristianos y fue en sus mocedades valeroso paladín del viejo partido unitario. Era de estatura pequeña, magro de carnes y rico de músculo, cara redonda, más bien pequeña que grande. Procedía sobre todo su apariencia indígena del pelo negro y duro, y de su cara casi lampiña; pero su boca, nariz y pómulos se ajustaban a las formas regulares del cráneo blanco....El aire de su fisonomía era plácido y de bondad, parecía naturalmente retraído, y su conversación fácil y de abundante palabra, desprovista de modismos campesinos, revelaba un fondo de primitiva cultura, que no lo había abandonado, y sobre todo, el predominio del habla paterna sobre la lengua araucana, que , como es natural, conocía perfectamente. No era marcial, ni elegante de apostura. Sus piernas arqueadas denunciaban al jinete de treinta años de vida errante; y su aire de marcha en las calles hacía recordar al salvaje que camina inclinado hacia adelante, como si se fuera de bruces al dar cada paso, con la mirada extraviada y alzándola solamente con el fuego de una emoción , cada vez que pasaba cerca un hermoso caballo...
No era sanguinario, ni codicioso, ni ladrón. Era capitán caballeresco de la horda salvaje y su botín consistía siempre en potros, libros y diarios. Coleccionaba especialmente libros en su casa, y como era querido de los indios, después de cada invasión, en que habían saqueado pueblos o estancias, le llevaban regalos de abundantes impresos como cariñoso agasajo. En 1880 he oído recordar en Belgrano, al general Saá, el embrión de biblioteca que conoció en la casa de Baigorria entre los rancules”.

Esta descripción de la transformación de Baigorria en lo que podríamos llamar "casi un indio", nos acerca al relato de William H. Hudson en Días de ocio en la Patagonia[6], relato que Hudson pone en boca de un tal Ventura. Se refiere al cautivo Damián, quien vivió desde muy joven con los indios hasta prácticamente su vejez. Damián había sido marucho de la tropa de Marcos, de la cual Ventura había sido carrero. Damián retorna a Carmen de Patagones después de muchos años, y resulta que ya no se encuentra, ni como blanco entre los blancos , ni como indio entre los indios; así nos relata el episodio Ventura, a través de Hudson:

" - Y allí está- concluyó Ventura cuando hubo contado la historia de Damián, con un desprecio no disimulado en su tono- ¡Un indio y nada más! ¡Y él cree que puede volver a ser como uno de nosotros! ¡Si Marcos viviera, cómo se reiría al verlo sentado en el suelo con las piernas cruzadas, solemne como un cacique, oscurecido como cuero viejo y diciendo que es un hombre blanco! Sin embargo afirma que permanecerá aquí y que aquí entre los cristianos, morirá."

Podemos preguntarnos qué es lo que molesta de personas como Damián, como Baigorria y tantos otros que constituyen lo que daremos en llamar "tipos de frontera", y es el hecho de que para ellos no valen los estereotipos que la civilización configura para acomodar a cada individuo en su bien determinado nicho (lo que Scavino diría, en su rol[7]). El "tipo de frontera" se ha salido del rol, o bien, ha creado algún otro rol que no se deja sujetar, es inestable, impreciso. Molesta a los dos lados del atavismo ( él mismo es un atavismo), molesta con su propia presencia, incomoda. Es un pliegue extraño en el discurso de la identidad. Aquel que estaba tan seguro, tan fijo en su papel a representar ya no sabe a qué atenerse. Algo parecido pasa en Ema, la cautiva de César Aira[8]. En este libro la operación literaria es la inversión de la antítesis civilización/barbarie. El escándalo de este libro es colocar del lado del blanco la "barbarie", y del lado de los indios, la sofisticación y el refinamiento (algo así como una exasperación, o una caricatura exagerada de la civilización). Ema, la cautiva, termina adoptando una actitud de dandy, muy a la manera de Mansilla, un delicioso spleen, una carencia de asombro, entre indios que crían delicados y etéreos faisanes, y pasean su ocio (como Hudson) por islas en los lagos del sur, entre picnics y spa. En su viaje hacia la frontera, Ema permanece en un impasse, su lugar en el libro está apenas prefigurado y casi diluido, pero cuando se adentra "más allá" ,va cambiando así como va cambiando su situación de poder. Ema es conducida hacia la frontera por la tropa militar para ser prostituida, vendida a los indios o canjeada entre los soldados y ,eventualmente, entre los indios, por caballos; y es descripta en el libro como una mujer con rasgos negroides. Sin embargo en el relato late en estado larval, la posibilidad de transformación de esas mujeres, las cautivas, la posibilidad de convertirse en mariposas, o musas (según el texto de Aira ). Rescatando, quizás, y de un modo un tanto anacrónico, cierto imaginario del Romanticismo vernáculo o del determinismo naturalista, donde el ambiente (la geografía, el clima, etc.) determinan las características del individuo.
La sociedad que Aira nos presenta en este libro es absolutamente mestiza, una sociedad de mezclas incómodas para un relato de nación, sean éstas mezclas de razas o mezclas de situaciones de poder y/o de género, que van cambiando de acuerdo con la zona. Estas sociedades de identidades múltiples desafía en lo profundo a "ese monopolio de la violencia simbólica legítima" que ejerce el Estado y sus discursos, como diría Pierre Boudieu.[9]. La posibilidad de cierta hibridez funciona como denuncia, en términos de dialéctica negativa o utopía adorniana , frente a una sociedad que construye la "otredad" hecha y derecha para favorecer las clasificaciones y el apartheid. En la sociedad de frontera de Aira , "nosotros" y los "otros" se confunden y, peligrosamente, se mezclan. Así lo expresa uno de los personajes de la novela, al ser interrogado por otro personaje, acerca del fenómeno de la deserción [10]:

"- Pasado cierto límite (tendrá que habituarse, aquí siempre estamos hablando de límites y fronteras) todo es deserción, ya que nadie está en su justo lugar".

Aira cuestiona la oposición civilización/barbarie, pero sin salirse de ella, ya que, de hecho, invertir axiológicamente la antítesis no equivale a negarla o anularla. Es por eso que rescato el valor político que tienen como crítica estos tipos de frontera, como el cautivo Damián o Manuel Baigorria , que niegan o anulan, o ambas cosas a la vez, la oposición civilización/barbarie, la niegan de facto y por el mero hecho de existir o haber existido. Algo parecido señala Ernesto Livon-Grosman en su libro Geografías imaginarias: el relato de viaje y la construcción del espacio patagónico, quien prefiere usar un término de Hayden White[11]:

" La idea de wildness (o en su forma latina, "salvaje") es parte de un conjunto de mecanismos auto autenticantes que también incluyen entre otras las ideas de "locura" y "herejía". Estos términos no sólo se utilizan para designar un estado o condición específica sino también para confirmar el valor dialéctico de su antítesis "civilización", "sanidad" y "ortodoxia" respectivamente. Por lo tanto no se refieren tanto a una cosa, lugar o condición específica sino que determinan una actitud particular en la relación entre una realidad vivida y una zona problemática de la existencia que no puede ser acomodada fácilmente a ideas convencionales de lo normal o convencional".

La literatura de Frontera, por reflejar la hibridez de las identidades múltiples, cuestiona el rol fijo que intenta establecer la "civilización", esquema que es, según diría Hayden White auto autenticante: la civilización marca el rol, el cumplimiento efectivo del rol es lo constitutivo de la civilización. La literatura de Frontera (la literatura patagónica quizás también) es la superficie de emergencia ( el "gualicho redondo") de las tensiones irresueltas de la literatura nacional como legitimadora de un proyecto de Estado-Nación. La literatura de frontera es el lugar dónde a ese proyecto "muestra la hilacha" y su debilidad, su punto de implosión.
Es el lugar donde los relatos esencialistas se rompen en mil pedazos (o por lo menos deberían).Para concluir quiero señalar un fragmento de otra obra a la que considero representante de las identidades múltiples de frontera en el libro El desertor, de Marcelo Eckhardt[12]:

"Ok, podría decirte que deserté porque como soy indio nunca fui considerado ciudadano argentino y por lo tanto cuando me enrolan en el Ejército Argentino y me envían a hacer patria a Malvinas, yo, consecuente con mi ser indio, deserté y, luego de considerar concienzudamente mi situación de baldado patriótico, decidí, al fin, no participar de ninguna acción bélica que comprometa mi integridad indígena tan vapuleada por siglos, cinco, justo ahora que se cumple y festeja, ¡ja!. ¡yupi!, ¡albricias!, el Quinto Centenario del descubrimiento de nosotros, los indios. Pero no. Deserté porque soy cobarde a secas. O deserté porque soy aventureo. O deserté porque no sirvo para la guerra."

En este texto, uno de los personajes (Yo, perro garcía) pone el dedo en la llaga más profunda de la identidad nacional: el otro. El otro que también es yo. Y se sale del rol fijo, del mandato sanmartiniano, del patriotismo, del nacionalismo, etc.
Creo que hay fuertes puntos de relación entre estos textos, en lo que respecta a su función disruptora en el relato totalizante de Nación. No es casual, ni mucho menos, que sean textos que no se pueden digerir o acomodar en el canon nacional, al igual que se intenta "sujetar" desde la domesticación a la literatura patagónica para neutralizar su potente carga política. El lugar del desertor, del que está dispuesto a irse al desierto (y no se puede dejar de notar que desierto y desertar son dos términos que se mueven en el mismo campo semántico[13]) es un lugar indeterminado, no-lugar o no-rol que viene a acechar esa pretendida totalización.
Me gustaría pensar que ya es momento de empezar a cuestionar la relación de subalternidad de nuestra literatura con respecto a la nacional, para empezar a pensar también en espacios más democráticos y múltiples, más solidarios y plurales, donde las mezclas no sean sospechosas, y donde la cultura no esté en manos de una elite.


Apéndice bibliográfico


v AIRA, César "Ema, la cautiva", Ediciones de Belgrano, Buenos Aires, 1981.
v BHABHA, Homi, K. "El lugar de la cultura",Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2002.
v BAIGORRIA, Manuel "Memorias" Editorial Solar/ Hachette, Buenos Aires,1975.
v BOURDIEU, Pierre "Cosas Dichas", Editorial Gedisa, Barcelona, 1987.
v DE OTO, Alejandro "Representaciones inestables"Dunken ediciones"
v HUDSON, William H. "Días de Ocio en la Patagonia", Ediciones El elefante blanco, Buenos Aires, 1997.
v ECKHARDT, Marcelo "El desertor",Ediciones Quipú, Buenos Aires, 1992.
v LIVON-GROSMAN, Ernesto "Geografías imaginarias: el relato de viaje y la construcción del espacio patagónico",Beatriz Viterbo Editora, Buenos Aires, 2003.
v MANSILLA, Lucio V. "Una excursión a los indios ranqueles"Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1987.
v SCAVINO, Dardo "La era de la desolación" Ediciones Manantial, Buenos Aires, s/f.
v ZEBALLOS, Estanislao "Callvucurá, Painé, Relmú, Editorial Solar/Hachette, Buenos Aires,s/f





[1] En"Una excursión a los indios ranqueles" Lucio V. Mansilla, página 38, tomo II”,
[2] Callvucurá y la dinastía de los piedra (trilogía : "Callvucurá, Painé, Relmú). Estanislao Zeballos, página 88-89
3 En Representaciones inestables, Alejandro de Oto, página


[4] En “Una excursión a los indios ranqueles. Lucio V. Mansilla, página 50-51 del tomo II

[5] En Callvucurá y la dinastía de los Piedra trilogía, Estanislao Zeballos, página
[6] En Días de ocio en la Patagonia ,William H. Hudson. Páginas 88 al 95.
[7] Para DardoScavino, este sistema de rol fijo es fundante en el concepto de identidad para Argentina, basándose en la frase de San Martín : "serás lo que debas ser o si no no serás nada""La era de la desolación" . Dardo Scavino.
[8] Ema, la cautiva , César Aira.
[9] En Cosas Dichas, Pierre Bourdieu, Página 139.
[10] En Ema, la cautiva . César Aira, página 31
[11] En Geografías imaginarias: el relato de viaje y la construcción del espacio patagónico, Ernesto Livon-Grosman, página 101.
[12] En El desertor, Marcelo Eckhardt
[13] Podríamos pensar también, por qué y por cuáles operaciones a la Patagonia se la convierte en un desierto y lo que esto significa, pero ya sería motivo de otro ensayo. En ese camino me remito a Homi Bhabha y su libro El lugar de la cultura., en especial, página 128. En lo personal , prefiero pensar en la Patagonia no como un espacio vacío sino vaciado, cuyo vaciamiento (de gente, en el caso de los indios, pero no solamente, esto es algo que sigue funcionando actualmente) es político. Por eso se trata, como dice Bhabha de re-historizarlos y volverlos a leer.

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Este espacio es un homenaje a un Grupo Literario que existiò el la Patagonia y del que tuve el honor de ser una de las fundadoras. Este grupo, ademàs de su labor poètica y una gran militancia en el campo de las letras y la cultura, iniciò una crìtica literaria en la zona.
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