miércoles, 29 de octubre de 2008

El largo viage de Hilario Tapary



EL LARGO VIAGE DE HILARIO TAPARY

El dia último de Marzo, ó primero de Abril de 1753, que fué à los 15 ò 16 dias de haber salido el bergantin, nombrado San Martin, del Puerto de San Julian en su primer viage, en los cuales hubo frecuentes lluvias, se acercaron á la isla como 200 indios, y con la bajamar pasaron al rancho que tenian hecho los tres hombres que se quedaron, è inmediatamente empezaron à tomarse todos los bastimentos que tenian, de bizcocho, yerba y tabaco, y deshicieron los barriles de carne salada, tocino y agua para aprovecharse solo de los arcos de fierro, arrojando la carne y tocino, y despues se fueron. Al dia siguiente volvieron á acabar de llevar lo poco que habia quedado, juntamente con la ropa que tenian fuera de su cuerpo; y aunque el dicho Hilario confiesa que no conoció en los indios accion ni inclinacion de querer hacer daño à su persona, antes bien al contrario, pues los indios le manoseaban á él y à su compañero, sin atreverse ni querer quitarle ropa alguna de la que tenian puesta, con poca reflexion determinò salir de aquel parage con otro (su compañero) indio chino, llamado José, por miedo que no le matasen, por no tener ya cosa alguna que tomar de su rancho. A que se agregó, que el gallego, nombrado Santiago, á la primera vista de los indios se fué ocultamente y sin decir nada, de miedo de ellos, tirándose á escapar por la parte opuesta de ahí à donde habian avistado los indios, sin saber lo que se hizo. Viéndose en estas confusiones, por último se resolvió á salir de aquel parage con su compañero José, y lo egecutó por la noche, tomando el rumbo para venirse á Buenos Aires por la costa del mar: y por ella vinieron caminando á pié sin ninguna providencia, mas que unos avios de encender fuego, y dos perros pequeños, los cuales solían cazar algunos zorrillos y otros bichos con que trabajosamente se alimentaban. Pero lo mas penoso era la falta de agua dulce, por lo que a la orilla del mar hacian cazimbas, con lo que se humedecían las bocas, pues lo salado de ella les permitía beber muy poco, porque se les seguia mayor daño: como le sucediò al nombrado José, que por haber bebido algo mas se enfermò, de modo que á las tres semanas de haber caminado en esta forma, quedó tan aniquilado que no pudo proseguir, por mas que le animaba Hilario, siendo la mayor pena su excesiva sed, pues tenia la boca sin la mas leve humedad.
El Hilario se detuvo allí dos dias, por ver si por aquel contorno encontraba alguna agua dulce para refrescarle, pero no lo pudo conseguir; y viendo el mal estado de su compañero, y sin poderle remediar, porque no le sucediese otro tanto, determinó dejar á su compañero con bastante sentimiento, llorando tan fatal suceso, y tomó su derrota, con sus dos perros: y á los tres dias encontró una laguna pequeña rodeada de porcion de guanacos que habian consumido toda el agua, dejando solo la humedad entre el lodo, y llegó tan fatigado que se consolaba con poner la boca sobre aquella humedad, que no obstante le sirvió de algun corto alivio. Habiéndose acercado un poco mas á la orillas del mar, consiguió matar un lobo marino con un palo que llevaba, y luego se bebió la sangre de él, que le supo muy bien, y haciendo su fuego se lo comieron entre él y sus perros, y el pellejo se lo sacó en disposicion que le pudiese servir para echar agua. Y siguiendo su camino, á los dos dias llegó á donde habia un manantial pequeño, en el cual se refrigeró él, y sus dos perros, y discurriendo poder socorrer á su compañero le pareció inútil, pues le contemplaba ya muerto: por lo que llenó el cuero de lobo de agua, siguiendo su rumbo, que regularmente era como media legua distante del mar, manteniéndose con varios animalitos y bichos que él y sus perros tomaban, y bebiendo cosa corta del agua que llevaba en el cuero para conservarla. Así fué caminando, hasta que encontró un brazo de mar que se internaba un poco, en donde habia porcion de lobos marinos, con lo que él y sus perros saciaron su hambre y sed, y de ahí fué siguiendo, con la pension de faltarle el agua, porque toda la que hallaba era salada, aunque estaba en lagunas algo distante del mar: y siguiendo varios dias sin comer porque nada se encontraba, uno de los dos perros corrió una bandada de avestruces, y se alejó tanto que se perdió, cuya falta le sirvió de congoja, pues le contemplaba como compañero, y que por él remediaba algunas veces sus necesidades. Y por último halló unas matas que tenian una especie de fruta redondita y negra, con lo que se mantenia trabajosamente: y aunque bajaba á la costa á su pesca de lobos marinos, ya no los habia. Pero caminando algun tiempo, encontró un riachuelo de agua dulce que se internaba tierra adentro, bastante angosto, pero con mucha corriente y hondo, y á la boca que hacia el mar tenia poca agua: no obstante no lo pudo vadear, y encontrando en sus orillas muchos maderos de sauces secos, que se conocia eran traidos de adentro con la corriente, pudo lograr echar uno de ellos al agua, embarcándose en él con su perro, y lo pasó, costándole algun trabajo por la corriente.
A la orilla de este rio habia algunos sauces pequeños, y habiéndose refrescado, siguió su derrota; y á una semana de haber caminado, avistó unas serranias muy altas, ásperas é intransitables, desde tierras adentro hasta la orilla del mar, de modo que para salir de su aspereza se bajó á la playa, y cuando bajaba el agua, caminaba: cuya estacion le duró dos semanas: y aun despues caminaba por el campo, avistaba algunas sierras pequeñas y montes, encontrando tambien algunos montecitos de un árbol, nombrado chañar, cuyas frutas, aunque muy escasas, solian templar su hambre, ayudado con su poca pesca y otros bichitos del campo que podia lograr: pues ninguno reservaba, por inmundo que fuese, porque para él todo le era comida delicada y gustosa, siendo lo peor y mas trabajoso que le faltaba algunas veces; pues asegura que en la estacion de su viaje se le pasaban ya los cuatro, ya los seis dias sin comer ni un bocado, en lo que se afirma muy de cierto y aun le parece que hubo temporada de dos semanas. Pero como es un indio tan poco experto no se le ha podido averiguar el tiempo fijo que tardaba en las estaciones de un tránsito á otro, sin saber hacer cuenta ni por dias, ni por semanas, ni por meses, ni por lunas. Y así al cabo de estas estaciones, que no sabe el tiempo que tardó, pues unas veces dice que serán dos meses, otras tres, y otras uno, llegó á un rio de agua dulce muy caudaloso, que lo halló yendo desviado de la costa como cinco leguas, é ignora la situacion hácia la boca del mar, pero asegura que será muy grande por ser el rio muy ancho y caudaloso. Apenas se acercó, cuando vió venir á sí dos indios á caballo con sus lanzas, con cuya vista pensó ir á ver la de Dios: pero llegándose los indios á él, le cogieron de los brazos, preguntándole ¿qué hacia por aquellos parages? segun demostraban por las señas. Pero ni uno ni otro se entendian, y al fin permitió su fortuna que se acordasen que era de la especie humana, pues sea por esto, ó porque le vieron hecho un esqueleto de flaco y consumido, siendo por su naturaleza bien fornido, se condolieron de él, y mostrándolo lo condujeron un poco mas adelante, en donde habia como unos 20 toldos de indios con sus familias de mugeres y hijos, y le recogieron en unos de los toldos, y le daban de comer avestruz, venado y caballo que son sus manjares, y le daban de sus cueros para que se tapase y durmiese, por ser la estacion muy fria por las heladas que cayan. De este modo lo pasaba razonablemente, hasta que logró restablecerse, poniéndose capaz de andar á caballo, è ir con ellos á cazar y correr yeguas cimarronas, que ya habia algunas: y despues de algun tiempo dispusieron pasar el rio los indios con las familias, y lo ejecutaron á nado en unas pelotas de cuero, en donde se ponian ellos con sus mugeres y sus hijos, y dentro ponian los toldos, que son de cueros de caballos, y con guascas, ó cuerdas de cuero amarradas de los caballos, que tienen muy especiales para pasar el rio, se echaron, las pelotas y pasaron todos con felicidad á la otra banda, y alli volvieron á acamparse, siendo su egercio el cazar avestruces en venados y otros bichos y animales para comer, pasándose muchísimo tiempo en jugar, perdiendo cueros de caballo que se ganaban los unos á los otros, y no se reconoció que huviese ningun cacique entre ellos, pues todos igualmente mandaban y tenian sus pendencias, y á veces habia varias muertes. Tambien solian ausentarse 6 ú 8, y despues de algun tiempo venian con caballos que, segun se reconocia, los hurtaban de otros indios, y algunas veces no venian todos los que fueron, por lo que se comprendia que eran muertos por los enemigos. Estos solian venir á su campo, y tambien se llevaban caballos, que regularmente sucedia de noche: y este modo de vivir observó todo el tiempo que estuvo entre los indios, que no puede decir cuanto, pero diré que experimentó mucho frio y mucho calor en varios tiempos y parages, durante el tiempo que estuvo con los indios. Pues, despues que estuvieron algunos dias á las orillas de aquel rio, se mudaron á otro parage, siempre buscando las aguadas para sí y sus animales, y caza con que mantenerse en lagunas ó arroyuelos; que nunca volvieron á encontrar mas rio, y fueron muchas las mudadas que hicieron los indios de sus toldos: pero como se reconocia que se acercaban á las campañas de Buenos Aires, y como ninguno de los indios se metia con él para hacerle daño, se mantuvo entre ellos, y solo les preguntaba la distancia que habria hasta la costa del mar: y unas veces le parecia que estaria como 6 ú 8 ó 10 leguas, y otras se dejaba ver desde lo alto de algun cerro. Por fin llegaron á las cercanias de estas campañas, y él lo reconocia por la abundancia que habia de yeguas cimarronas de que se mantenian: y un dia se destacaron 12 indios, y preguntó, aunque por señas, porque nunca se entendieron, ¿qué destino llevaban? y pudo comprender que venian á las campañas de Buenos Aires, y les dió á entender que él los queria seguir, y no se lo impidieron. Y tomando su caballo mancarron viejo, que desde el principio le dieron, se enderezó á seguirlos, y resagándose, vino la noche, y dejó el rumbo, tomándole hácia la costa del mar, que caminando toda aquella noche y el medio dia siguiente, se puso en ella, y á las orillas de un pequeño riachuelo, con algunos sauces, á su sombra sesteó: y á hora de visperas vió venir á él un indio á caballo que le dió bastante susto, pero el tal indio era de la gente del cacique, que nombran D. Nicolas Bravo, quien de paz comunica y comercia con esta ciudad.
Llegó pues el indio á donde estaba nuestro Hilario, haciendo juicio que el caballo era uno que se le habia perdido y lo andaba buscando: y habiéndose podido entender un poco, porque el indio hablaba en castellano, con mucho gusto lo acarició, y le dijo que se viniese con él que pronto lo pondria en Buenos Aires. Y tomando su camino, poco despues de haber anochecido, se hallaron en una toldería que era la del indio y gente del cacique Bravo, que estaba situado en el parage que llaman el Zanjon, en donde fué bien recibido, y aquella noche mataron el caballo de Hilario y fué la cena que tuvieron: y no dejó de estrañarlo, pues mal correspondia el recibimiento que le habian hecho, y el matarle su caballo. Pero al dia siguiente por la mañana le dieron otro caballo muy bueno, y pidió que le diesen de comer carne de vaca, y se la trajeron, y lo mismo hicieron en los 15 ó 20 dias que estuvo con ellos.
Estos indios le preguntaban por sus compañeros que se habian quedado en San Julian, pues tenia encargo de D. Domingo de Basabilbaso para recojerlos y conducirlos á Buenos Aires, y les habia ofrecido que los regalaría, y que algunos de ellos habian estado en su casa, con motivo de ser tesorero de guerra, y en ella se les subministraba la yerba y tabaco, y el Señor Gobernador los regalaba por ser amigos, hermanos y de paz; (que estas eran sus palabras) y con esta ocasion les habia agasajado y hecho sentar en sillas, encargándole mucho los cuatro hombres; los tres de su voluntad, y un negro huido, que su navio dejó en el Puerto de San Julian: y así le dijeron, que siempre que quisiere irse á Buenos Aires, que se lo dijese para darle lo necesario. Despues de dicho tiempo dijo Hilario que se queria venir, y le dieron un buen caballo y lo trajeron convoyado de cuatro indios hasta un fuerte que está en las fronteras de las estancias de esta ciudad, á donde le entregaron, con encargo de que le condujesen, como así se ejecutó. Llegando á esta ciudad el dia 6 de Enero de este presente año de 1755, en donde se halla con ánimo de volverse á embarcar para el tráfico de la sal y descubrimiento de la costa, y á pedimento de D. Domingo de Basabilbaso, hizo esta declaracion en Buenos Aires, á 12 de Enero de 1755, y no firmó por no saber escribir.

Extraído de: Colección de viages y expediciónes à los campos de Buenos Aires y a las costas de Patagonia, AA.VV, Compilado y Editado por Pedro de Angelis, Primera Edición, Buenos Aires, Imprenta del Estado, 1837.

El año 1753, Domingo Basavilbaso, comerciante español, fleta el barco San Martín con la intención de explotar la salina de Cabo Curioso. Quedan allí cuatro personas, Hilario Tapary, oriundo de Paraguay y perteneciente a la etnia guaraní, Santiago Blanco, oriundo de Galicia, José Combo, oriundo de las Indias Occidentales (probablemente Indochina) y un negro angoleño (de quien desconocemos el nombre) que a los pocos días de llegar sale a caminar y nunca regresa. Esta relación se la efectua Hilario a Domingo Basavilbaso por no saber, éste, ni leer,ni escribir
Por otra vía me entero que Hilario Tapary muere en 1807 defendiendo Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas.

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