martes, 17 de marzo de 2009

La rosa bajo llave: rastros "pop" en la poesía patagónica femenina

La Rosa bajo llave: rastros “pop” en la poesía patagónica femenina

“Llegó el momento /enemigo mío/ de poner la rosa bajo llave” pronuncia Carolyn Riquelme en su poema Jardines, y allí está la rosa, la rosa emblemática, figura clásica del poema lírico y/o preciosista, si los hay. Y con eso enuncia otra búsqueda, otra idea de “hacer poesía” o, mejor dicho, habitar el mundo poéticamente. Esa es la elección poética de estas chicas, a las que llamaremos, de manera quizás equivocada, poetas pop.

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde los tiempos en que las poetas mujeres escribían poemas de amor edulcorados y se sometían a ser letra muerta en la poesía, a ser "habladas por otros" desde esa no persona que es la tercera persona del singular1.

Desde un yo lírico potente y crítico estas poetas avanzan sobre operaciones formales dentro del texto, enmascarando y trasvistiendo las categorías. Por otra parte, vuelve a aparecer en ellas el nombre, como un lugar crítico por excelencia, tal como lo fue en Pizarnik, o en Lola Kiepja, mitad lugar terreno e identitario individual, mitad lugar sagrado, secreto y de identidad colectiva. Ronda la idea de un nombre que evoca multiplicidades, que no somos el "uno" heideggeriano, sino muchos transmutando, deviniendo manada, diría Deleuze, como líneas de fuga.
Y someten el texto a tensiones formales y de sentido, hasta hacerlas crujir o deshacerse, así lo dice Luciana Mellado en “Crujir el habla”

“Cruje
el sexo callado, el calladito, cuando viene de golpe como un gancho corto a la mandíbula y habla la lengua del malón, la retorcida, la jerga que desborda cualquier intermitencia.”


Es así que sospechamos una intencionalidad de "devenir menor", tanto sea como "literatura menor" que se distancia de la grandilocuencia lírica, como también de "devenir menor de edad", declararse innimputable, capaz de decir cualquier cosa, incluso un sinsentido, porque lo que importa es decir. Que la voz se escuche, se haga audiblemente presente, insista. Julia Saborido se encontraría en esa línea.

GOLPE

Doki doki,
el latido
de mi corazón.
Toc toc,
cuando golpean
a la puerta.
Tac
un golpe
al piso.
Pero el golpe
que le diste
a mi corazón
no tiene
onomatopeya
alguna.


Es esa otra poética, más cercana a las vanguardias y quizás a movimiento romántico alemán, que no le teme a la experimentación y a la hibridación con otros materiales, se permite tomar elementos, por ejemplo del rock, pop, de la cumbia villera, de el tango, de el folklore, de la poesía lárica del sur de Chile. No mantiene la separación entre géneros altos y bajos, y si bien, esto es un fenómeno frecuentemente observable en la poesía, algo similar se está produciendo en la narrativa.

Es así que, el fenómeno de cierto tono "pop", mínimo o minimalista, se hace presente, sobre todo en las poetas más jóvenes, como Julia Saborido, Fernanda Maciorowski o Soledad Davies.
Adhieren a aquello que Anahí Mallol llamó " chicas pop", que bajo la máscara irónica de la inocencia, se hacen las "malitas", juegan con el sexo, como una forma más de denunciar que la infancia no es el lugar mítico y feliz.
La diferencia que veo entre las poetas tipicamente “pop” de la generación de los 90, como podría ser Fernanda Laguna, y nuestras pop patagónicas, como Fernanda Maciorowsky o Noelia González; está dado por la profundidad.
Mientras que el objetivo del pop clásico es la intrascendencia, o un afán deliberado de banalidad, nuestras chicas lo utilizan, al pop, como herramienta para de-sacralizar, y demoler. No apuntan a la intrascendencia, sino más bien a la trascendencia disuelta. O trascendencia superficial.
Soledad Davies apuesta a la insistencia, y eso, que insiste tras el postulado No me llames por mi nombre / protégeme // No repitas mi nombre / protégeme, nos habla de una urgencia, de un peligro que acecha tras la identidad, tras el nombre/hombre, tras el Adán que al nombrar, y cometer el acto performativo del que habla Searle, ancla la identidad en un lugar inamovible, y por consiguiente, estéril.
La escritura nómada, o con deseos de nomadismo de nuestras poetas mujeres, se resiste a ese acto.

Entonces nuestras poetas dejan a un lado la banalidad y cierta superficialidad y pueden ejercer cierta crítica social, pero lejos de la grandilocuencia discursiva, y más cerca de lo minimo cotidiano: como dice Victoria Cocconi en “tírese suavemente”

Acabo...................Lloro.......................Y acá
vamos
Al revoltijo
Aunque apeste
A vivir!
Cosas inauditas
impensadas
Nunca vistas!

Aunque el homo sapiens de atrás y todos esos reverendos digan que
negros de mierda habría que tirarles no con balas de goma
habría que tirarles con 38 porque no son gente son negros.


Las poetas mujeres, por tradición de género, politizan con el cuerpo, y al espacio privado lo convierten en público, y nada más privado habrá que el propio cuerpo, herramienta crítica si las hay de la literatura femenina, las poetas pop lo hacen también, estetizándolo, convirtiéndolo en objeto – operación que busca la revulsión, rechazo, pero también señalamiento, insistencia, llamada de atención- . El cuerpo, para estas poetas es una estética y un síntoma. Así lo dice Soledad Davies en este poema:

“siempre
la muerte
queriendo
dar un sueño
que no tenga salida

un poema

..........................soledad, tu sombra se masturba”.


El cuerpo estetizado reclama su cuota de insatisfacción y, subvierte el ideal del amor, a través del sexo. Es la caída más absoluta del ideal romanticón, complaciente y corriente.
La voz infantilizada del pop tradicional muestra en las poetas del pop patagónico su rostro más extremo, su capacidad de subversión desde la sospecha, supongo ya que confirmada, de la ausencia de ingenuidad. Una vez asesinada por completo la ilusión de que la niñez es un sitio inocente, estas niñas, ya crecidas, continuan demoliendo lugares comunes, estéticas clausuradas, rosas marchitas. Dice Fernanda Maciorowski desde el ínédito “Conejo”:

lo que hiere la carne
no escucha no quiere sobornarlo
títere carrusel
cuerpos cuelgan lamparillas a montones
cuerpos con sonrisas dibujadas
comisuras hacia arriba
la música como nueva nodriza
(comámonos, somos nuestros)
el gato sale de su escondite,
el placard.
injuria con su cuerpo
que es la pieza fundamental
de la calesita carne
(decíme todo que no así lloro)
el gato escucha los sonidos
que nosotros no
el gato ve cosas
que nosotros no
por eso manipula
hiere la carne
se pasa de animal.

/
la niña hace trampa
mientras dibuja
a gusto en su mundo corrompido.
hacer trampa es interesante
hacer trampa es meritorio.
solo en el dolor se descubre
alguna esencia
y ella lo sabe
no oculta que viene engañando
desde el principio
riéndose de los crédulos

ella es hermosa cuando miente.


O el caso de Silvia Iglesias,que nos advierte:


Cuidate de mí
que ando dura y espinada
como las ramitas de piquillín

cuidate de mí


Desde el formalismo ruso diríamos, hay estéticas que se agotan en el uso, que ya no pueden dar cuenta de los cambios sociales y se quedan en un estatismo. Hay en Patagonia, un tipo de poesía a la que las poetas aquí reseñadas no pueden y no quieren acercarse. Desde el campo semántico utilizado, el tono, los recursos, las rimas, los tópicos que recorren, ambas estéticas se distancian, marcando diferencias, que son formales, pero que también son de sentido. Una poética tiene un ideal estético clásico o clasicista, o en el mejor de los casos, romántico, a imitación del romanticismo francés o inglés

Como contratexto, esta poética erótica y tanática del pop, por su corte anti elitista y popular, propone otro lenguaje, que intenta conmover y sacar al lector-espectador de su rol pasivo, para ello necesita conmover, y conmover básicamente desde la actitud. El pop es una actitud más que un movimiento estético.
Para resumir:

“Quien pierde algo
también encuentra
otra cosa
siempre”


nos señala María José Roccato: quien pierde la inocencia, encuentra otra cosa, la ironía, el sarcasmo, la violencia verbal, nunca más justificada que en estos tiempos de poca fe en la palabra...
Las poetas pop de la Patagonia son chicas, entonces (y con esto quiero marcar que no es una cuestión generacional en absoluto) que transitan por los bordes de nuestras ciudades y pueblos devastados por la modernidad con una mirada extrañada, llevan en su mano una rosa enemiga,y alrededor de su cuello una boa de plumas del cisne de Darío.



Claudia Elisabet Sastre- Puerto San Julián- 17 de marzo de 2009

Nota al pie:

1.En la actualidad hay grupos enteros que todavía siguen ejercitando ese tipo de escritura, que en ciertos círculos todavía se consume. Un párrafo aparte merecería ese modo de circulación que estos grupos ejercitan, un consumo diríamos, autofágico, ya que el consumo de esa literatura es “hacia adentro” del grupo. Consumen, básicamente, conocidos, amigos, parientes; y las editoriales que los publican, conociendo esas circunstancia promueven la edición pagada previamente, de manera tal que ya ni importa tanto ni su calidad ni las estrategias de circulación y venta, porque el editor ya “colocó” el producto. Se podría resumir en estos términos, ellos escriben, ellos compran, ellos se leen a sí mismos...y se autodifunden a la manera de círculo cerrado. No hay crítica, ni cambio, ni aprendizaje, sino una repetida aplicación de fórmulas, ya probadas, ya gastadas y agotadas. Habría que, honestamente, preguntarse si es arte lo que hacen o terapia de autocomplacencia de señoras –y señores- poetisas y poetisos. Es todo lo que puedo decir sobre estos grupos que son como un virus en el mundo de la literatura

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Este espacio es un homenaje a un Grupo Literario que existiò el la Patagonia y del que tuve el honor de ser una de las fundadoras. Este grupo, ademàs de su labor poètica y una gran militancia en el campo de las letras y la cultura, iniciò una crìtica literaria en la zona.
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poeta, narradora, crìtica literaria,madre de tres hijos, casada, ama de casa.