jueves, 19 de julio de 2007

Introducciòn a una literatura de fronteras (1)

Fronteras, zonas y desiertos

Como dice Umberto Eco en esta extensa cita:
“La obsesión latina por los límites espaciales se remonta a la leyenda de la fundación de Roma: Rómulo traza una línea fronteriza y mata a su hermano porque no la respeta. Si no se reconocen las fronteras no puede haber civitas. Horacio Coclita se convierte en héroe porque logra mantener el enemigo en la frontera: un puente construido entre los romanos y los demás. Los puentes son sacrílegos porque franquean el sulcus, el foso de agua que marca los límites de la ciudad: por esta razón, sólo pueden construirse bajo el estrecho control ritual del pontifex . La ideología de la pax romana y el proyecto político de Augusto se basan en una precisa definición de las fronteras: la fuerza del imperio radica en conocer en qué frontera, en qué limen o umbral, tiene que alzarse la línea defensiva. Si alguna vez llega a desaparecer la definición clara de las fronteras y los bárbaros (nómades que han abandonado su territorio original y se desplazan por todos los territorios como si fueran propios, preparados tambíen para abandonarlos) consiguen imponer su visión nómada, Roma estaría acabada y la capital del imperio podrá estar perfectamente en cualquier otro lugar”[1].
En Argentina, esta obsesión por los límites se emparenta con la pasión por el desierto, eso tan atemorizante y apasionante porque se resiste a ser poseído.
De todos modos, vale la pena señalarle a Umberto Eco, que no son sinónimos límite,umbral y frontera.
Desierto, palabra derivada del latín Desertus: abandonado. ¿Pero abandonado por quién? El Estado impone la necesidad de limitar para imponer su pax, y, ante esa visión de tierra desocupada, instala una especie de ficción de que sus dispersos y escasos, y quizás distintos habitantes, o bien no existen, o bien son insignificantes, lo que los convierte en invisibles. Si su invisibilidad, valga la paradoja, se hace evidente , tal ficción se cae.
Por eso es que, después de la campaña al desierto, la ficción estatal se realiza , el espacio queda vacío, lista para ser colonizado.
El desierto es también una máquina, que además de construir ficción construye ideología, textos y discursos. Es, obviamente, una realidad geográfica y es un estigma.
La zona de frontera, en cambio, es móvil e inestable, juega discursivamente entre la supervivencia y la desaparición: es un fantasma, un espejismo, como aquellos efectos ópticos que el calor crea sobre las rutas.
La construcción discursiva, ideológica y textual llamada “Patagonia” está “instalada” entonces sobre una idea de vacío. Si no cumple con las exigencias de espacio vacío es necesario vaciarlo. Ese vaciamiento , se extiende por sobre sus habitantes, por sobre su cultura, por sobre su supuesta “identidad”, por sobre su significado.

La mayoría de los textos de la “Literatura Argentina” canónica suspenden el relato en el momento del viaje hacia la Patagonia, como un efecto provocado por la frontera; así lo señala Piglia:
“Nadie puede escribir en el desierto, piensa Sarmiento. Mejor sería decir: en la pampa, los únicos que escriben son los viajeros ingleses. Ellos cuentan lo que ven: en otra lengua, con otros ojos. El campo es como el mar, en estas tierras claras, octubre y no abril es el mes más cruel”.
Y visto desde su óptica, eso es casi cierto.
Basta leer el Martín Fierro (su primer parte), El juguete rabioso de Roberto Arlt, Sobre héroes y tumbas de Sábato, textos que narran una huida al desierto, casi un exilio o propiamente un exilio; pero es bastante difícil que los textos se avecinen “Tierra Adentro”. Haciendo la excepción de Lucio Mansilla, Moreno, el mismo Arlt y otros paseantes que accedieron a escribir su viaje, generalmente mandados con intención colonial, los que escribieron en Patagonia han sido, y son viajeros (ingleses muchos, y europeos en general) y colonos (europeos muchos de ellos).
Lo que nos deposita en otra zona, interesante para analizar, que es la de los cruces de idiomas y dialectos . Todo aquello que queda abierto a especulaciones, la tarea de traductores en el lugar vacío que han dejado los lenguaraces, papel para-diplomático sobre el cual hay mucho por decir.
Aquellos textos, escritos en Argentina (dicen que Patagonia lo es) debían ser traducidos para ser leídos en Argentina (Bruce Chatwin, Charles Darwin, Anna Brunswing, Eluned Morgan, Guillermo Hudson) pese a lo cual, se los considera (aquí, y con algunas resistencias) textos patagónicos, y conforman un corpus literario lo suficientemente vasto como para ser considerados tradición.
Tradición resistida quizás, conflictiva, seguro; pero tradición al fin.
Limitarnos a los textos escritos por viajeros y colonos es, también, simplificar el complejo campo literario de Patagonia, vista por quién escribe esto, como una zona de frontera.
Sostengo que la Campaña al desierto delimitó en su momento una “zona” que es la que voy a trabajar formalmente (tanto a la zona como al momento histórico los llamo igualmente fronteras: una espacial y la otra temporal), desde donde se constituía la avanzada “civilizatoria” en los márgenes de la llamada Tierra adentro y la civilización de Buenos Aires y la Confederación, haciendo la salvedad de que esta zona de fronteras se amplia luego de la campaña al desierto y la Patagonia toda asume sus características.
Hay otros textos “traducidos” también, para ser leídos (bastante menos leídos por cierto que los anteriormente mencionados) por la Literatura Argentina. Señalo el caso de los cantos chamánicos de Lola Kiepja (traducidos por la antropóloga Anne Chapman) y conocidos sólo parcialmente en Argentina y en su totalidad en Estados Unidos, y del Coronel Manuel Baigorria "traducido” para su edición por Felix Luna, de un castellano impropio (eufemísticamente incorrecto) a un castellano más dócil, diría yo, tratando de comprender lo incomprensible.
El mismo estatuto de propiedad que se aplica al Coronel Baigorria no se usa para el Coronel Mansilla (tenían el mismo grado militar, pero pertenecían a diferentes clases sociales), el paquetísimo Mansilla irrumpe durante su excursión a los ranqueles con vocablos y citas del francés, del latín y otras exuberancias, y no “necesita” ser traducido, porque impresiona como culto y muy chic.
Dentro de este “estatuto de la propiedad” de la escritura, restará pensar por qué razón las Memorias del Coronel Baigorria fueron extirpadas de sus vocablos indios, acriollados, mestizos salvajes, bárbaros, etc. y no pasó lo mismo con el Martín Fierro, por ejemplo. ¿Será que estaba escrito dentro de la tradición de la Literatura Argentina?
Este es el campo dentro del cual pienso trabajar los textos, detalles más o menos estos son los problemas que me interesan. Oscilando en una dialéctica de presencias y de ausencias. Sobre los textos existentes ,trabajando sus fisuras (aunque se los considere ya domesticados y/o inactuales) ; y sobre los inexistentes en las razones de su ausencia y/o borramiento. Dentro de las presencias están los textos antes mencionados, los clásicos formadores de la identidad nacional, también están los textos de los viajeros (europeos y otros extranjeros), y también las crónicas de colonos y pionners, y dentro de las ausencias están los testimonios orales de los indios y una literatura poco o jamás explorada, o tomada turística, histórica y/o superficialmente (Lola Kiepja y sus cantos chamánicos y las memorias del Coronel Baigorria).

Juan Carlos Moisés dice que salvo la literatura de viajeros, la Patagonia carece de tradición literaria ; y él no considera que la literatura de viajeros constituya una tradición, ergo, la literatura “fundacional” es la que se escribe en la actualidad y que en Patagonia se escribe sobre una “nada”[2]. Esta idea, está tomando cuerpo entre autores de Patagonia, y es peligrosa porque tiende a neutralizar el pasado. Mi idea es no desprender a la literatura del pasado de su parte problemática, y por lo mismo, actual ; por eso me propongo traer a la superficie todas las lecturas político/ideológicas que se deban hacer sobre el tema.

Zona de frontera

Me veo en el problema de tener que definir dos términos muy caros para mi trabajo, pero muy problemáticos que son zona y frontera. La zona que voy a trabajar es a la vez zona y frontera, dos términos que parecen excluirse y que no obstante se incluyen.
Podría decir, a la manera de Lalo Lescano en el relato de Juan José Saer “Discusión sobre el término zona”[3] que : “no hay regiones, o que es más bien difícil precisar el límite de una región” o bien podría responder como lo hace Pichón Garay, con un “no comparto”, porque el sentido común dice que si no hay zona no hay frontera y viceversa.
Prefiero tomar a esta “frontera” como un espacio representable por la fugacidad y evanescencia de sus mismas definiciones y representaciones. Cuya determinación esté dada por un principio de indeterminación tal como la isostasia, un permanente desequilibrio que tiende al equilibrio, en tanto tender implica acercarse sin llegar.
Frontera también es periferia sin centro.
Como mi trabajo se refiere, en principio, a literatura, me tomo la libertad de arrancarle una metáfora a un libro para denominar a esta zona de frontera; y se la tomo a Lucio V. Mansilla de “Una excursión a los indios ranqueles, pag 38, tomo II”, quien dialoga con el hermano del cacique Baigorrita, el caciquejo Caiomuta, y éste lo interroga acerca de una brújula: “-¿Por qué entonces midiendo tierra, gualicho redondo?”, y Mansilla nos explica, a nosotros, sus lectores que el gualicho redondo era “una aguja de marear óptica”.
Me seduce la metáfora, por sus múltiples significaciones. En la jerga de los carreros y maruchos de Patagonia, el gualicho es el momento máximo de desorientación o mareo que se produce en un viaje; y gualicho también es un complejo espíritu que habita los bajos y significa “la giradora” o “la dueña del viento”.
De eso se trata, me parece, de cambiar el punto de mirada, convertirlo en un punto inestable, con un riesgo de desorientación y de mareo. En vez de centrar la mirada en la oposición de términos dialécticos, poner el ojo en el gualicho redondo, en la movilidad de esos términos dialécticos, pero como puntos de fuga.
Contaría tanto para el punto de vista como para la posición del sujeto que narra y es narrado.

Hay dos descripciones de la zona que son complementarias, la primera es del Comandante Prado: la frontera de Buenos Aires abarca la frontera sur de la federación a partir del río Quinto hasta la línea trazada por los fortines de Buenos Aires ( zanja de Alsina inclusive) que va desde Bahía Blanca hasta Italoo (La Pampa) y estaba concluida en Julio de 1877.
La otra es descripta por Lucio V. Mansilla:
“ Está la nueva línea sobre el Río Quinto... Tengo en borrador el croquis topográfico, levantado por mí, de ese territorio inmenso, desierto...La nueva frontera de Córdoba comienza en la raya de San Luis, casi en el meridiano que pasa por Achiras, situado en los últimos dobleces de la Sierra y costeando el Río Quinto se prolonga hasta Ramada Nueva, llamada así por mí, y por los ranqueles Trapalcó, que quiere decir “ Agua de totora”... La Ramada Nueva son los desagües del Río Quinto, vulgarmente denominados La Amarga.
De la Ramada Nueva, y buscando la derecha de la frontera sur de Santa Fe, sigue la línea por la laguna N° 7, llamada así por los cristianos y por los ranqueles Potá Lauquen, es decir laguna grande... Siguiendo el juicioso plan de los españoles, yo establecí esta frontera colocando los fuertes principales en la banda sur del Río Quinto”.
Esta sería entonces la Frontera, pero no la zona, porque por lo dicho antes la frontera está más o menos incluída en la zona. Pero no la debemos pensar en términos de un acá y allá porque no es así como funciona. La zona incluye tanto lo que se conocía entonces como “Tierra Adentro” como la “¿Tierra Afuera?”.
[1] Umberto Eco "Interpretación y sobreinterpretación", página 38.
[2] Juan Carlos Moisés, Escribir en la Patagonia. Número 1, mayo de 2000, Revista Virtual Revuelto Magallanes. http://www.revuelto.net
[3] "La mayor" Juan José Saer

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Este espacio es un homenaje a un Grupo Literario que existiò el la Patagonia y del que tuve el honor de ser una de las fundadoras. Este grupo, ademàs de su labor poètica y una gran militancia en el campo de las letras y la cultura, iniciò una crìtica literaria en la zona.
Me gustarìa compartir con los lectores trabajos de crìtica literaria, textos inèditos, etc... en fin... lo iremos haciendo entre todos. Se aceptan sugerencias
La foto que encabeza la pàgina es del lugar donde vivo: Puerto San Juliàn, en el Vìa Lucis -sobre el Monte Cristo-Patagonia.

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Puerto San Juliàn, Santa Cruz, Argentina
poeta, narradora, crìtica literaria,madre de tres hijos, casada, ama de casa.